miércoles, 22 de enero de 2020

Musas sin nombre



















Voces que te gritan desde cerca,
rabia que se oculta bajo una sonrisa,
musas sin nombre que abren la puerta.

Un espejo que se contonea 
con flácida figura,
donde un nombre no son más
que letras,
y donde la realidad pierde su
hermosura.

Una puerta entreabierta al 
caos y hostilidad,un día sin luz, tras 
otro de oscuridad.

Musas sin nombre que
únicamente ululan por gritar,
por esas voces dormidas que
no te dejaron respirar.

La luna y el sol












Y al raso del sol, 
la luna se ocultaba.
Por no querer verla brillar, 
de ella se apartaba.

Luna y Sol, como noche y día,
¿quién diría que tan bien se etenderían?

Estaba tan agazapada la luna,
que el sol le molestaba.
¡Que asco de luz!, así misma
se decía.
Pretendiendo que al amar la oscuridad,
la luz desaparecería.

Pero se cansó, se hartó de la noche
y de quedarse a ver las estrellas,
al final acabó tan harta de 
cuentos como de tormentas.

La luna quería brillar por si misma,
quería volar como las aves,
y creer en locas fantasías.

Todo aquello que le parecía 
imposible un día, tal vez...
Solo tal vez, con paciencia
lo alcanzaría.

Inconcruencias














Reprimirse ante el espejo 
y ante la vida,
acurrucarse de cuclillas.

Callar por miedo a que no oigan,
gritar en silencio entre cuatro paredes.

Saltar dormida, y soñar despierta,
balancearse con miedo a caer.

Luego levantarse de nuevo,
limpiarse la ropa,
ponerse una sonrisa acorde
con el día...
Y por supuesto, no dejarse avasallar
por tus propios pensamientos.

Resiliencia
















El mundo no dejará de ser mundo,
por una pizca menos de sal o de azúcar.

La vista no dejará de mirar,
a pesar de que la vida no resista.

El dardo no dará en la diana,
al menos que uno tenga las cosas claras.

El día no perderá su luz, 
solo porque muera la risa.

La risa, la diana. el dardo, la vista y el corazón...
pueden latir a la vez, sin necesidad de prisa.

viernes, 22 de noviembre de 2019

Tan absurdo




















Sería absurdo por mi parte, pretender odiarte;
no a ti, sino a los recuerdos.

Que absurdo sería querer odiar cada día que pasé contigo;
cada promesa no cumplida, cada caricia, y cada beso recibido.

Sería enormemente absurdo odiar las tantas veces que hicimos el amor,
y los huecos de tu piel que en mi cabeza me se de memoria.

Que absurdo sería odiar tu piel, tus manos, tus preciosos ojos azules,
tu sonrisa, tu pelo rizado, y tu gran carisma.

Odiar todo eso sería tan absurdo como confirmarme a mi misma,
que a pesar de todo, una parte de mi te sigue queriendo con locura.