jueves, 27 de diciembre de 2012

Un regalo muy especial




Érase una vez, un niño llamado Oliver,  que vivía en un pequeño y humilde poblado.

Todos los años, cada 25 de diciembre el pequeño miraba debajo del árbol de Navidad con la ilusión de que hubiera un regalo, pero nada. Su escueto arbolito no escondía ningún regalo.

El veía como sus compañeros recibían algo, pero lo único que tenía el, era su viejo muñeco de tela y un par de juguetes, que guardaba como un tesoro.

Sus padres hacían todo lo posible para subsistir con lo poco que le daban; vivían de ayudas alimentarias y poco más. Entoces ¿cómo comprarle un regalo al pequeño?

La situación ya era angustiosa, los padres de Oliver se encontraban tan mal y más aún al llegar estas fechas y saber que no podían regalarle nada, o si acaso lo más simple; un estuche para el colegio, algún peluche... algo de eso, y rara vez.

Pero al menos, ese 25 de diciembre nevaba, y a Oliver le encantaba mirar por la ventana; se pasaba las horas mirando como caía la nieve y por su cabeza se pasaban montones de pensamientos, el sonreía y soñaba.

Al rato la madre le dijo que ya podía salir a jugar. Oliver se puso sus guantes y bufanda y salió corriendo con una amplia sonrisa en la cara, de repente parecía como si se le hubiera olvidado todo. Pero con forme paseaba iba viendo a los niños que estrenaba sus juguetes, y el pobre se entristeció de nuevo.

Uno de sus compañeros de clase, se le acercó y le preguntó:

- ¿Qué te han regalado Oliver?

- Nada (respondió musitando y con cara algo triste)

Entoces, el compañero de Oliver se quedó algo pensativo, y como en cierta parte conocía su situación; para animarle decidió invitarle a su casa a dormir y a comer unos dulces.

Oliver pasó la noche en casa de su amigo, para el fue una noche inolvidable, sin duda. Estuvieron contándose anécdotas, comieron de todo, y jugaron con toda clase de juguetes. Algo que Oliver agradeció mucho, y se fue a casa con una amplia sonrisa y sastifacción; pues pasó un gran día, en mucho tiempo.

Al año siguiente, poco antes de Navidad, sus compañeros de clase tuvieron una gran idea. Decidieron aportar algo de dinero entre todos para comprarle un regalo a Oliver.

A la mañana siguiente, uno de los chicos fue a la tienda de juguetes para comprarle el regalo. Un avión teledirigido, algo que los niños de su edad ansiaban tener, algo con lo que el soñaba hace tiempo y obviamente no podían dárselo sus padres.

Al día siguiente, por la mañana; el mismo chico, esperó a que Oliver saliera de su casa para ir al colegio. Entoces, llamó a su casa y le abrió el padre, este se quedó algo sorprendido, y le preguntó:

- Tú por aquí, y a estas horas, ¿no deberías estar en clase?

- Mire, traigo un regalo para su hijo, lo compramos entre toda la clase...

- ¡Oh, que gran sorpresa, de verdad! Te lo agradezco muchísimo (dijo el padre, llorando de la emoción) - Espera, toma, una bolsita con caramelos.

- Gracias, bueno he de irme a clase, ¡y que pasen una feliz navidad!

El pequeño se fue al colegio con una gran satisfacción. Pasó el día rápidamente, recibieron las notas, se despidieron y todos los compañeros se desearon felices fiestas.

Días después, el 25 de diciembre, Oliver se despertó, y esa mañana ni siquiera miró debajo del árbol, pues suponía que no había nada. Pero supuso mal, pues ese año si que había un regalo, y bastante bueno.

Su padre le dijo que mirara debajo del árbol, esta vez si que había algo.

Oliver miró y descubrió el regalo, lo abrió con mucha ilusión, y al verlo se le iluminó la cara y se le saltó alguna lagrimilla.

- ¿De verdad papá, esto es para mí?

- Pues claro, hijo.

Ambos sonrieron mutuamente, al igual que la madre. Al fin pudo decirse, que después de tantos años tuvieron una Navidad algo más feliz.

Su pequeño recibió un buen regalo y además el padre estaba apunto de conseguir trabajo, algo que aliviaría mucho a la familia.

Pasó el día, y Oliver disfrutó como nunca de su regalo. Ya por la noche el padre le confesó a la madre lo del trabajo.

- Cariño, ¿sabes qué?

- Dime.

- Al fin conseguí trabajo. Ahora que es la época de Navidad y con este frío se necesita mucha leña, y uno de mis amigos me ofreció un puesto para ello.

- ¿Enserio? Que gran sorpresa, cariño, nos viene tan bien.

Ambos se abrazaron felices y lloraron de la emoción.

- Por fin podemos decir que tenemos una Feliz Navidad... nuestro pequeño con regalos, tú con trabajo. ¡Esto si que es bueno!

Y después de tanto que sufrieron, encontraron algo de esperanza y tuvieron una Feliz Navidad. Se lo merecían después de todo, ya sonreían y vivieron mucho más felices.

Porque un gesto puede cambiar muchas cosas, puede cambiar la vida de alguien, e incluso de una familia. Y es mayor la satisfacción de dar que la de recibir.

Bueno, esto es todo; y ya sabéis a disfrutar de la Navidad y la familia... FELICES FIESTAS!!

 

martes, 4 de diciembre de 2012

No se mentir



No se mentir, ni mirarte a la cara sin sonreír.
No se por que siento algo tan  fuerte hacia ti.
Es algo que se me escapa de las manos y no lo puedo controlar.
Pero tengo claro que es verdadero, y aunque a veces sea algo fría,
mi corazón y mis gestos me delatan.

Es que tienes algo tan especial y mágico... simplemente siento que eres
mucho más que un amigo, porque eres único y consigue transformar mi llanto en sonrisa.
Y me encanta cada pequeño detalle de ti, lo comprensivo que eres, me encanta tus picardías
y tonterías, tus idas y venidas; bueno me encantas tú.

Aunque por otro lado se que debo olvidarte, y que tú no piensas en mi de la misma forma que yo en tí. Se que no servirá de mucho soñarte, sonreírte o lo que sea, pero bueno el amor es así,
unas veces para mal; y otras, aunque menos, para bien.
Y que ya está, ya llegará mi turno...